El Parto...(Parte I)

15 enero 2015

Llegó el momento. Y es que teniendo un blog dedicado a las mamis y a los bebés, ¿Cómo iba a librarme de contar mi parto?

Todos los partos tienen ese toque de magia, ese momento especial en el que ves por primera vez a tu bebé, el verdadero amor de tu vida. El mío no fue diferente, para mí podría haber sido de otra manera. De hecho no fue el parto que imaginaba, aunque supongo que para nadie lo es.

Semana 37 de embarazo. Durante la recta final del embarazo he estado levantándome unas 6 o 7 veces cada noche, las que hayáis pasado por eso sabéis lo coñazo que es...
Y esta noche es igual. 05:45 de la mañana (aprox.), tengo muchas ganas, me levanto corriendo, y en mitad del pasillo noto que me he hecho pis encima... Buf!, no he llegado, que mal. Hacía muchos años que no me lo hacía encima.
Llego al wc, enciendo la luz y me dispongo a cambiarme, pero de pronto se me enciende la bombilla... Sigo goteando, y ahí ya me "mosqueo", a ver si he roto aguas y no es pis. 

Creo que me quedé unos 5 o 6 minutos mirándome la tripa en el espejo, acariciándola, sabiendo que mi bebé había decidido adelantarse a la fecha prevista y salir ya a conocernos.

Con un ladrido de la perra volví a la tierra, me duché tranquila, saboreando el momento, imaginándome cómo sería su carita. En ese momento sentía que tenía el corazón enooorme, con mucho amor para entregarle, el amor que había acumulado durante tanto tiempo, y era sólo para mi bebé.


Salí de la ducha, me vestí, seguía saliendo líquido amniótico, poco, pero seguía. La verdad es que cuándo en las clases de preparación al parto nos hablaban de "Romper Aguas", me lo imaginaba como en las películas, un gran charco cayendo de repente por las piernas de la madre. Y en mi caso no fue así, salía despacio, en cada movimiento de mi pelvis.

Preparé el desayuno, tostadas, café y zumo. Lo dejé bien presentado, sobre la mesa del salón. Revisé la bolsa que tenía que llevar al hospital y volví a recontar los bodys, patucos y pañales que llevaba para el bebé. Me sentía tranquila, en un momento zen. Respiré hondo y entré en la habitación, donde el #buenmarido seguía durmiendo. Me acerqué despacio, me senté a su lado y lo acaricié. Respondió con un gesto de "déjame dormir un poquito más", volví a tocarle y le dije "Cariño, he roto aguas".

Se sentó de golpe en la cama, con los ojos como platos. Nos miramos y supimos que ese sería el gran día.
Él estaba algo más nervioso. Yo le propuse desayunar tranquilos, pero le parecía que no era el momento de comer nada aunque al final se sentó y picó.

Avisamos a mis padres y hermana, para que supiesen que íbamos para el hospital.

Yo seguía bastante entera, tenía algún dolorcito, pero nada exagerado ni como para ponerse a gritar (volvía a creer que pasaría como en las películas, que al momento te daban unos dolores de muerte).

Llegamos al hospital, llamaron a la matrona que estaba de guardia, cosa que pareció no hacerle mucha gracia por la cara que puso al llegar. 
"Amablemente" me examinó, y me dijo que nanai, que no estaba nada dilatada y que íba para rato. No importaba, no teníamos ni prisa ni nada mejor que hacer que traer a nuestro hijo al mundo.

Las siguientes horas en paritorio fueron lentas, empezaron los dolores, no me sentía cómoda de ninguna manera, me senté en la fit ball, pero seguía saliendo el líquido y me resultaba desagradable estar manchándolo todo. 

Me centré en mi cuerpo, en mi bebé, en que se abría paso a través de mí, en cada contracción lo sentía fuerte, poderoso, con ganas de venir al mundo. No quería saber nada de mi alrededor, sólo cerrar los ojos y ayudar a mi pequeño en el vaivén de su viaje. 
Cuándo tuve unos segundos de descanso los abrí, vi a mi pareja en frente, caminando nervioso alrededor del paritorio y mirándome con cara de "dime qué hacer para ayudarte". Fue entonces cuándo vi que me habían puesto un gotero.

En cuánto volvió a entrar la matrona le pregunté qué era eso... "Oxitocina, lo que ahora necesitas", se aventuró a decirme. Ahí quedó claro que nadie se había leído mi plan de parto, que no había servido de nada redactarlo y entregarlo. No sólo no quería oxitocina, había muchas otras cosas que no quería dejar en el tintero y que pensé que era importante señalar. Aunque había aleccionado bien a mi buen marido durante los últimos meses, tampoco él se dio cuenta de que me habían puesto el gotero.

No quise alterarme, no era el momento. Seguí concentrada, acompañando a mi útero en cada envestida.

En todas las visitas de la matrona, me hacía un tacto, para comprobar lo que había dilatado, y en todas ellas me decía lo mismo, que seguía verde y que todavía faltaba mucho. A pesar de eso, yo notaba al bebé con mucha fuerza, queriendo salir.

Continua aquí... (como comprenderéis, estaba quedando un post larguísimo)

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